Cada pacto representa un propósito divino y la mayoría
de ellos constituyen una absoluta predicción tanto como una promesa inalterable
del cumplimiento de todo lo que Dios ha determinado. Si llevamos nuestra
consideración del tema hasta el tiempo cuando los pactos fueron hechos,
descubrimos que ellos siempre anticiparon el futuro y tenían el propósito de
ser un mensaje de certidumbre para aquellos con quienes el pacto era
establecido. Además de los pactos bíblicos, los teólogos han sugerido tres
pactos teológicos que tienen que ver con la salvación del hombre.
A. Los pactos teológicos
Para definir el eterno propósito de Dios, los teólogos
han sostenido la teoría de que es el propósito central de Dios el salvar a los
elegidos, aquellos escogidos para salvación desde la eternidad pasada. De
acuerdo a ello, consideran la historia primeramente como la obra exterior para
el plan de Dios en cuanto a la salvación. Desarrollando esta doctrina, ellos
han expuesto tres pactos teológicos básicos.
1. Se dice que con Adán se estableció un pacto de
obras. La provisión del pacto era tal que si Adán obedecía a Dios, él sería
guardado seguro en su estado espiritual y recibiría la vida eterna. Se afirma
que este pacto es sostenido por la advertencia concerniente al árbol del
conocimiento del bien y del mal, «porque el día que de él comieres, morirás» (Gn.
2:17). Se deduce que si él no hubiera comido del árbol, no hubiese muerto y,
como los santos ángeles, hubiese sido confirmado en su estado santo. Este pacto
está basado casi totalmente en la deducción y no es llamado un pacto en la
Biblia, y por esta razón es rechazado por muchos estudiosos de la Escritura por
tener poca base.
2. Otro pacto sugerido es el pacto de la redención, en
el cual se insinúa la enseñanza de que fue establecido un pacto entre Dios el
Padre y Dios el Hijo en relación a la salvación del hombre en La eternidad
pasada. En este pacto el Hijo de Dios se comprometió en proveer la redención
para la salvación de aquellos que creyeran, y Dios prometió aceptar su
sacrificio.
Este pacto tiene más sostenimiento en las Escrituras
que el pacto de obras en que la Biblia declara claramente que el plan de Dios
para la salvación es eterno, y que en aquel plan Cristo tenía que morir como un
sacrificio por el pecado y Dios tenía que aceptar aquel sacrificio como una
base suficiente para salvar a aquellos que creyeran en Cristo. De acuerdo a
Efesios 1:4: «Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él.» También en referencia a nuestra
posición en Cristo, se declara en .Efesios 1:11: «En él asimismo tuvimos
herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas
las cosas según el designio de su voluntad.
De estas y de otras. Escrituras está claro que el
propósito de DIOS para la salvación es eterno. Se sugiere que un pacto formal
fue acordado entre Dios el Padre y Dios el Hijo del hecho de que el propósito
de Dios es también una promesa.
3. Aun otra tentativa es el contemplar el eterno
propósito de Dios en la salvación como un pacto de gracia... En este punto de
vista Cristo es contemplado como el Mediador del pacto y el representante de
aquellos quienes ponen su confianza en El. Los individuos encuentran las
condiciones de este pacto cuando colocan su fe en Jesucristo como Salvador.
Aunque este pacto es también una deducción del plan eterno de salvación, tiende
a enfatizar el carácter de gracia de la salvación de Dios. El pacto de la
redención y el pacto de gracia, en consecuencia, tienen algunas bases
escriturales y son más aceptables para la mayoría de los estudiosos de la Biblia
que el concepto del pacto de obras, el cual no tiene base escritural.
Sin embargo, se ha levantado el problema de que
aquellos que son adeptos a estos pactos teológicos siempre hacen del plan de
Dios para la salvación su propósito primordial en la historia humana. Así ellos
tienden a ignorar los particulares sobre el plan de Dios para Israel, el plan
de Dios para la Iglesia y el plan de Dios para la nación. Mientras que es
verdad que el plan de Dios para la salvación es un aspecto importante de su propósito
eterno, no es la totalidad del plan de Dios. Un punto de vista mejor es que el
plan de Dios para la historia es revelar su gloria, y El no hace esto solamente
salvando a los hombres, sino que también por medio del cumplimiento de sus
propósitos y revelándose a sí mismo a través de sus tratos con Israel, con la
iglesia y con las naciones. De acuerdo a ello, es preferible contemplar la
historia a través de ocho pactos bíblicos, los cuales revelan los propósitos
esenciales de Dios a lo largo de la historia de la Humanidad y que incluye el
plan de Dios para la salvación. Aquellos que enfatizan los pactos teológicos
son llamados a menudo «teólogos de los pactos», mientras que, por el contrario,
aquellos que enfatizan los pactos bíblicos son llamados «dispensacionalistas»,
porque los pactos bíblicos revelan las distinciones en las varias etapas en la
historia humana, las cuales están manifiestas en las dispensaciones.
B. Los pactos bíblicos
Los pactos de Dios contenidos en la Biblia se
clasifican en dos clases, aquellos que son condicionales y los que son
incondicionales. Un pacto condicional es uno en el cual la acción de Dios es en
respuesta a alguna acción de parte de aquellos a quienes va dirigido el pacto.
Un pacto condicional garantiza que Dios hará su parte con absoluta certeza
cuando se satisfacen los requisitos humanos, pero si el hombre fracasa, Dios no
está obligado a cumplir su pacto.
Un pacto incondicional, mientras que puede incluir
ciertas contingencias humanas, es una declaración de cierto propósito de Dios,
y las promesas de un pacto incondicional serán ciertamente cumplidas en el
tiempo y a la manera de Dios. De los ocho pactos bíblicos sólo el edénico y el
mosaico eran condicionales. Sin embargo, aún bajo los pactos incondicionales
hay un elemento condicional como si se aplicara a ciertos individuos. Un pacto
incondicional se distingue de uno condicional por el hecho de que su
cumplimiento esencial es prometido por Dios y depende del poder y la soberanía
de Dios.
1. El pacto edénico fue el primer pacto que Dios hizo
con el hombre (Gn. 1:26-31; 2:16-17), y fue un pacto condicional con Adán en el
cual la vida y bendición o la muerte y la maldición dependían de la fidelidad
de Adán. El pacto edénico incluía el dar a Adán la responsabilidad de ser el
padre de la raza humana, sojuzgar la tierra, tener dominio sobre los animales,
cuidar del huerto y no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Por
haber fracasado Adán y Eva al comer de la fruta prohibida, fue impuesta la pena
de muerte para la desobediencia. Adán y Eva murieron espiritualmente de
inmediato y necesitaron nacer de nuevo para poder ser salvos. Más tarde también
murieron físicamente. Su pecado hundió a toda la raza humana en un molde de
pecado y muerte.
2. El pacto adámico fue hecho con el hombre después de
la caída (Gn. 3:16-19). Este es un pacto incondicional en el que Dios declara
al hombre lo que será su porción en la vida por causa de su pecado. Aquí no hay
lugar para ninguna apelación, ni se implica responsabilidad alguna de parte del
hombre.
Como un todo, el pacto provee importantes rasgos, los
cuales condicionan la vida humana desde este punto en adelante. Incluido en
este pacto está el hecho de que la serpiente usada por Satanás es maldita (Gn.
3:14; Ro. 16:20; 2 Co. 11:3, 14; Ap. 12:9); se da la promesa del Redentor (Gn.
3:15), la cual es luego cumplida en Cristo; se detalla el lugar de la mujer en
cuanto a estar sujeta a una concepción múltiple, al dolor y la pena en la
maternidad, y en cuanto a la posición del hombre como cabeza (Gn. 1:26-27; 1
Co. 11:7-9; Ef. 5:22-25; 1 Ti. 2:11-14). El hombre debería, en lo sucesivo, de
ganar el pan con el sudor de su frente (cf. Gn. 2:15 con 3:17-19); la vida del
hombre sería dolorosa y con la muerte por final (Gn. 3:19; Ef. 2:5). Por un
período bastante extenso, el hombre continúa desde ese punto en adelante
viviendo bajo el pacto adámico.
3. El pacto de Noé fue hecho con Noé y sus hijos (Gn.
9: 1-18). Este pacto, mientras que repite algunos de los rasgos del pacto
adámico, introdujo un nuevo principio de gobierno humano como un medio de
frenar el pecado.
Como el pacto adámico, era incondicional y revelaba el
propósito de Dios para la generación subsiguiente a Noé.
Las provisiones del pacto incluían el establecimiento
del principio del gobierno humano, en el que se instituyó la pena capital para
aquellos que tomaran la vida de otro hombre. Fue reafirmado el orden normal de
la Naturaleza (Gn. 8:22; 9: 2), y al hombre le fue permitido comer carne fresca
de animales (Gn. 9:3-4) en lugar de vivir solamente de vegetales, como parece
haberlo hecho antes del diluvio.
El pacto con Noé incluía la profecía concerniente a los
descendientes de sus tres hijos (Gn. 9:25-27) y designaba a Sem como el único
de quien vendría la línea divina que seguiría hasta que el Mesías viniera. El
dominio de las naciones gentiles en la historia del mundo está implicado en la
profecía concerniente a Jafet. Así como el pacto adámico introdujo la
dispensación de la conciencia, así el pacto con Noé introdujo la dispensación
del gobierno humano.
4. El pacto abrahámico (Gn. 12:1-4; 13:14-17; 15:1-7;
17: 1-8) es una de las grandes revelaciones de Dios concernientes a la historia
futura, y en él fueron dadas profundas promesas a lo largo de tres líneas.
Primero de todo, fueron dadas promesas a Abraham de que él tendría gran
descendencia (Gn. 17:16), que tendría mucha bendición personal (Gn. 13:14-15,
17; 15:6,18; 24:34-35; Jn. 8:56), que su nombre sería grande (Gn. 12:2) y que
él personalmente sería una bendición (Gn. 12:2).
Segundo, a través de Abraham fue hecha la promesa de
que emergería una gran nación (Gn. 12:2). En el propósito de Dios esto tiene
referencia primeramente a Israel y a los descendientes de Jacob, quienes
formaron las doce tribus de Israel. A esta nación le fue dada la promesa de la
tierra (Gn. 12:7; 13:15; 15:18-21; 17:7-8).
Una tercera área principal del pacto fue la promesa de
que por medio de Abraham vendría bendición al mundo entero (Gn. 12:3). Esto
tendría su cumplimiento en que Israel sería el canal especial de la revelación
divina de Dios, la fuente de los profetas quienes revelarían a Dios y
proveerían de la Escritura a los escritores humanos. En forma suprema, la
bendición a las naciones sería provista a través de Jesucristo, quien sería un
descendiente de Abraham. Dada la relación especial de Israel con Dios, Dios
pronunció una solemne maldición sobre aquellos que maldijeran a Israel y una
bendición sobre aquellos quienes bendijeran a Israel (Gn. I 12:3).
El pacto con Abraham, como el adámico y el de Noé, es
incondicional. Mientras que cualquier generación particular de Israel podría
disfrutar de sus provisiones con sólo ser obedientes, y podrían, por ejemplo,
ser guiados hacia la cautividad si ellos eran desobedientes, el propósito
esencial de Dios para bendecir a Israel, para revelarse a sí mismo a través de
Israel, para proveer redención a través de Israel y para traerle dentro de la
Tierra Prometida es absolutamente cierto, porque depende del soberano poder y
voluntad de Dios, más que del hombre. A pesar de los muchos fracasos de Israel
en el Antiguo Testamento, Dios se reveló a sí , mismo y encauzó la escritura de
los textos sagrados, y finalmente nació Cristo, vivió y murió y se levantó
resucitando : exactamente como la Palabra de Dios lo había anticipado. A pesar
del fracaso humano, los propósitos de Dios son ciertos en su cumplimiento.
5. El pacto mosaico fue dado a través de Moisés para
los hijos de Israel mientras que estaban viajando desde Egipto hacia la Tierra
Prometida (Ex. 20: 1 - 31: 18). c;
En Éxodo, y ampliado en muchas otras porciones de las
Escrituras, Dios le dio a Moisés la ley que era para gobernar su relación con
el pueblo de Israel. Los aproximadamente seiscientos mandamientos específicos
están clasificados en tres divisiones principales:
a) los mandamientos, conteniendo la voluntad expresada
de Dios (Ex. 20:1-26);
b) los juicios, relacionados a la vida social y cívica
de Israel (Ex. 21: 1 - , 24:11), y
c) las ordenanzas (Ex. 24:12 - 31:18). ;
La ley mosaica era un pacto condicional e incorporaba
el principio de que si Israel era obediente, Dios les bendeciría, pero si Israel
era desobediente, Dios les maldeciría y les disciplinaría. Esto es destacado
especialmente en Deuteronomio 28. Aunque ya se había anticipado que Israel
fracasaría, Dios prometió que El no abandonaría a su pueblo (Jer. 30:11). El
pacto mosaico también fue temporal y terminaría en la cruz de Cristo. Aunque
contenía elementos de gracia, era básicamente un pacto de obras.
6. El pacto palestino (Dt. 30:1-10) era un pacto
incondicional en conexión con la posesión final de la tierra por parte de
Israel.
Este pacto se ilustra como un pacto básicamente
incondicional y seguro en su cumplimiento; sin embargo, tiene elementos
condicionales para cualquier generación en particular. La promesa dada a
Abraham en Génesis 12: 7, Y reafirmada luego a través del Antiguo Testamento,
sería que la simiente de Abraham poseería la tierra. No obstante, a causa de la
desobediencia y el fracaso, Jacob y sus descendientes vivieron en Egipto
cientos de años antes del Éxodo. Así, manteniendo el propósito de Dios, ellos
volvieron y poseyeron, por lo menos, una porción de la tierra. Más tarde, a
causa de la desobediencia y la negligencia a la ley de Dios, ellos fueron
sometidos a los cautiverios asirio y babilónico. Otra vez en la gracia de Dios,
les fue permitido volver después de setenta años del cautiverio babilónico y
reposeer la tierra hasta que Jerusalén fue destruida en el 70 d.C.
Sin embargo, a pesar de todos los fracasos, a Israel se
le promete que volverá a la tierra, vivirá allí en seguridad y con bendición y
nunca será dispersada nuevamente (Ez. 39: 25-29; Am. 9:14-15).
El retorno presente de Israel a la tierra es, por lo
tanto, altamente significativo porque cumple la primera etapa del regreso de
Israel, necesario para establecer el escenario para el fin de los tiempos. La vuelta
de Israel será completada hasta el último hombre después de que Jesucristo
vuelva y establezca su reino (Ez. 39:25-29). Mientras que cualquier generación
pudiera haber sido sacada fuera de la tierra por su desobediencia, el propósito
final de Dios de traer a su pueblo dentro de su Tierra Prometida es
incondicional y cierto en su cumplimiento.
El pacto palestino, de acuerdo a ello, incluye la
dispersión de Israel por la incredulidad y la desobediencia (Gn. 15:13; Dt.
28:63-68), tiempos de arrepentimiento y restauración (Dt. 30:2), la recolección
de Israel (Dt. 30:3; Jer. 23:8; 30:3; 31:8; Ez. 39:25-29; Am. 9:9-15; Hch.
15:14-17), la restauración de Israel a su tierra (Is. 11:11-12; Jer. 23:3-8;
Ez. 31:21-25; Am. 9:9-15), su conversión espiritual y restauración nacional
(Os. 2:14-16; Ro. 11:26-27), su seguridad y prosperidad finales como nación
(Am. 9:11-15) y el juicio divino para sus opresores (Is. 14:1-2; Jl. 3:1-8;
Mt.25:31-46).
7. El pacto davídico (2 S. 7:4-16; 1 Cr. 17:3-15) era
un pacto incondicional en el cual Dios prometió a David un linaje real sin fin,
un trono y un reino, todos ellos para siempre. En la declaración de este pacto
Jehová se reserva el derecho de interrumpir el actual reinado de los hijos de
David si era necesario el castigo (2 S. 7:14-15; Sal. 89:20-37); pero la
perpetuidad del pacto no podía ser quebrantada.
Como el pacto abrahámico garantizaba a Israel una
identidad eterna como nación (Jer. 31: 36) y la posesión eterna de la tierra
(Gn. 13:15; 1 Cr. 16:15-18; Sal. 105:9-11), así el pacto davídico les
garantizaba un trono eterno y un reino eterno (Dn. 7:14). Desde el día en que
el pacto fue establecido y confirmado por el juramento de Jehová (Hch. 2:30),
hasta el nacimiento de Cristo, a David no le faltó un hijo que se sentase en el
trono (Jer. 33:21); y Cristo el eterno Hijo de Dios e Hijo de David, siendo el
justo heredero de aquel trono y el Único que se sentaría en aquel trono (Lc.
1:31-33), completa el cumplimiento de esta promesa hecha a David de que un hijo
se sentaría en este trono para siempre.
El pacto davídico es el más importante en asegurar el
reino milenial, en el cual Cristo reinará sobre la tierra. David, resucitado,
reinará por debajo de Cristo como un príncipe sobre la casa de Israel (Jer.
23:5-6; Ez. 34:23-24; 37:24).
El pacto davídico no es cumplido por Cristo reinando en
su trono en los cielos, puesto que David nunca se ha sentado ni se sentará en
el trono del Padre. Es más bien un reino terrenal y un trono terrenal (Mt. 25:
31). El pacto davídico es, por consiguiente, la clave del programa profético de
Dios que aún está por cumplirse
8. El nuevo pacto, profetizado en el Antiguo Testamento
y que tendrá su cumplimiento primario en el reino milenial, es también un pacto
incondicional (Jer. 31:31-33).
Como lo describe Jeremías, es un pacto hecho «con la
casa de Israel y con la casa de Judá» (v. 31). Es un nuevo pacto en contraste
con el pacto mosaico, el cual fue roto por Israel (v. 32).
En el pacto Dios promete: «Después de aquellos días,
dice Jehová: Daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las escribiré; y
seré yo a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo» (v. 33). A causa de esta
íntima y personal revelación de Dios, y su voluntad para con su gente, continúa
en Jeremías 31:34 para declarar: «y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni
ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová: porque todos me conocerán,
desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová: porque
perdonaré . la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.»
Este pasaje anticipa las circunstancias ideales del
reino milenial donde Cristo reinará, y todos conocerán los hechos acerca de
Jesucristo. De acuerdo a ello, no será necesario para una persona evangelizar a
su vecino, porque los hechos acerca del Señor serán universalmente conocidos.
También será un período en el cual Dios perdonará el pecado de Israel y les
bendecirá abundantemente. Debería estar claro, dada esta descripción de la
promesa del pacto como se da en Jeremías, que esto no se está cumpliendo hoy
día, puesto que la iglesia ha sido instruida para ir por todo el mundo y
predicar el evangelio a causa de que hay una casi universal ignorancia de la
verdad.
- Sin embargo, dado que el Nuevo Testamento también
relaciona a la Iglesia con un nuevo pacto, algunos han enseñado que la iglesia
cumple el pacto dado a Israel. Aquellos quienes no creen en un futuro reino
milenial y en una restauración de Israel, por tanto encuentran el completo
cumplimiento ahora en la iglesia, espiritualizando las provisiones del pacto y
haciendo de Israel y de la Iglesia una misma cosa. Otros que reconocen la
restauración futura de Israel y el reino milenial consideran que el Nuevo
Testamento se refiere al nuevo pacto tanto como para ser una aplicación de las
verdades generales del pacto futuro con Israel a la iglesia, o para distinguir
dos nuevos pactos (uno para Israel como está dado en Jeremías, y el segundo, un
nuevo pacto dado a través de Jesucristo en la era presente de gracia proveyendo
salvación para la iglesia). Actualmente el nuevo pacto, ya sea para Israel o
para la iglesia, se desprende de la muerte de Cristo y de su derramamiento de
sangre.
El nuevo pacto garantiza todo lo que Dios se propone
hacer para los hombres en el terreno de la sangre de su Hijo.
Esto puede verse en dos aspectos:
a) Que El salvará, preservará y presentará en la
gloria, conformados a la imagen del Hijo Unigénito, a todos los que creen en el
Señor Jesús. El hecho de que sea necesario creer en Cristo para ser salvo, no
es una condición en este pacto. El acto de creer no es una parte del pacto,
sino más bien la base sobre la cual el creyente es admitido para disfrutar de
las bendiciones eternas que el pacto ofrece. El pacto no es hecho con los no
redimidos, sino con los que creen, y promete que en favor de ellos estará la
fidelidad de Dios. «El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará
hasta el día de Jesucristo» (Fil. 1:6), y toda otra promesa semejante a ésta,
relacionada con el poder que Dios manifiesta en la salvación y preservación de
los suyos, es parte de este pacto de gracia.
En la presente edad no se tiene en vista para el hombre
: una salvación que no garantice una perfecta preservación' aquí en el mundo, y
una presentación final allá en la gloria, de todos los que son salvos por la
sangre de Cristo Jesús. Es posible que haya en la vida diaria del hijo de Dios
algún impedimento para su comunión con el Padre; y como aconteció en el caso de
David, el pecado del cristiano puede hacer que Dios levante su mano para
castigo del hijo desobediente; pero estos asuntos que son propios de la
experiencia cotidiana del creyente, no llegan nunca a ser determinantes para el
cumplimiento de la promesa de Dios en lo que se refiere a la eterna salvación
de los que El ha recibido en su gracia.
Hay quienes recalcan la importancia y el poder de la
voluntad humana, y declaran enfáticamente que la salvación y preservación deben
tener como condición la libre cooperación de la voluntad humana. Esto puede ser
razonable para la mente del hombre, pero no está de acuerdo con la revelación
que Dios nos ha dado en las Escrituras.
En cada caso Dios ha declarado incondicionalmente lo
que El hará en favor de todos aquellos que confían en El (Jn. 5:24; 6:37;
10:28). Esta es en verdad una empresa enorme que necesariamente tiene que incluir
el dominio absoluto aun de los pensamientos e intentos del corazón humano;
pero, por así decirlo, esto no es más irrazonable que el hecho de declarar a
Noé que su descendencia seguiría los caminos que Dios había decretado, o que el
de prometer a Abraham que él sería el progenitor de una nación grande y que de
su simiente nacería el Cristo.
En cada uno de estos casos tenemos la manifestación de
la autoridad y del poder soberanos del Creador. Es vidente que Dios ha dejado
lugar para el libre ejercicio de la voluntad humana. El ayuda a la voluntad de
los hombres, y los ya salvos son conscientes de que tanto su salvación como su
servicio están en completa armonía con la elección que ellos mismos han hecho
en lo más profundo de su ser. Se nos dice que Dios gobierna la voluntad del
hombre (Jn. 6:44; Fil. 2: 13); pero al mismo tiempo vemos que El apela a la
voluntad humana y hace que en cierto sentido dependa de ella el disfrute de su
divina bendición (Jn. 5:40; 7:17; Ro. 12:1; 1 Jn. 1:9).
Las Escrituras hablan en forma incuestionable y
enfática de la soberanía de Dios. El ha predestinado perfectamente lo que
vendrá, y su determinado propósito tendrá que realizarse; porque es imposible
que El sea sorprendido o sufra alguna desilusión. De igual manera, las Escrituras
enfatizan que entre estos dos grandes aspectos de la soberanía divina -el
propósito eterno y la perfecta realización del mismo-- El ha permitido
suficiente lugar para cierto ejercicio de la voluntad humana. Y al actuar de
esta forma no está poniendo en peligro, de ninguna manera, los fines que El se
ha propuesto alcanzar. El tener sólo uno de los dos aspectos de esta verdad
puede guiarnos o bien al fatalismo, en el cual no hay lugar para pedir en
oración ni motivo alguno para buscar el amor de Dios, ni base para la
condenación de los pecadores, ni fundamento para la invitación del Evangelio,
ni significado para gran parte de las Escrituras, o bien a la pretensión de
querer desalojar a Dios de su trono. Es razonable creer que la voluntad humana
está bajo el dominio de Dios; pero sería lo más irrazonable creer que la
soberanía de Dios está bajo el dominio de la voluntad humana.
Los que creen son salvos y seguros para siempre, porque
así está determinado en el pacto incondicional de Dios.
b) La salvación futura de Israel es prometida en el
nuevo pacto incondicional (Is. 27:9; Ez. 37:23; Ro. 11:26-27). Esta salvación
se efectuará sobre la base única de la sangre que Cristo derramó en la cruz.
Por medio del sacrificio de su Hijo, Dios es tan libre para salvar a una nación
como lo es para salvar a un individuo. Israel es representado por Cristo como
un tesoro escondido en el campo. El campo es el mundo. Y creemos fielmente que
fue Cristo quien vendió todo lo que El tenía, a fin de poder comprar el campo y
poseer así el tesoro que allí estaba oculto (Mt. 13: 44).
En la consideración de estos ocho grandes pactos nunca
podrá decirse que se está dando demasiado énfasis a la soberanía de Dios en
relación con los pactos incondicionales, o al absoluto fracaso humano en lo que
toca a los pactos condicionales. Y podemos estar seguros de que todo lo que
Dios se ha comprometido a hacer incondicionalmente El lo hará con toda la
perfección de su infinito Ser.
PREGUNTAS
1. De acuerdo a los pactos teológicos, ¿cuál es el
propósito central de Dios y cómo afecta a la historia?
2. ¿ Cuál es el pacto de las obras y cuál es su base
escritural?
3. ¿Cuál es el pacto de la redención y cuál es su base
escritural?
4. ¿ Cuál es el pacto de la gracia y cuál es su base
escritural?
5. ¿ Cuál es el problema originado por los pactos
teológicos en relación al plan de Dios para Israel, para la Iglesia y para las
naciones?
6. ¿Por qué es preferible tener una visión de la
historia a través de los ocho pactos, más bien que desde el punto de vista de los
pactos teológicos?
7. Distinguir los pactos condicionales, de los
incondicionales.
8. ¿Qué era el pacto edénico, y cuál fue el resultado
del fracaso bajo el mismo?
9. ¿Qué era el pacto adánico, y hasta qué grado
condiciona la vida hoy día?
10. ¿Cuáles eran las provisiones importantes del pacto
de Noé, y hasta qué grado continúa hoy?
11. ¿Qué promesas se dieron al mundo entero en el pacto
abrahámico?
12. ¿Qué promesas se dieron concernientes a la nación
de Israel en el pacto abrahámico?
13. ¿Qué promesas se dieron al mundo entero en el pacto
abrahámico?
14. ¿En qué sentido el pacto con Abraham era
incondicional?
15. ¿Hasta qué punto el pacto mosaico era condicional y
temporal?
16. ¿Hasta qué punto el pacto palestino era
incondicional?
17. ¿Cómo explica las cautividades asiría y babilónica
y la dispersión mundial de Israel a la vista del carácter incondicional del
pacto palestino?
18. ¿Cómo podría resumir todas las provisiones del
pacto palestino en relación a la desobediencia de Israel, su recolección,
restauración y seguridad final en prosperidad como una nación?
19. ¿Qué fue prometido incondicionalmente en el pacto
davídico?
20. ¿Cómo se relaciona el pacto davídico con el futuro
reino milenial?
21. De acuerdo al Antiguo Testamento, ¿qué se proveyó
en el nuevo pacto para Israel?
22. ¿Cuándo será cumplido el nuevo pacto para Israel?
23. ¿Por qué algunos han enseñado que el nuevo pacto
tiene una aplicación presente, y cómo puede ser explicado esto?
24. ¿Cómo se relaciona el nuevo pacto con la seguridad
de la salvación de los creyentes?
25. ¿Cómo se relaciona el nuevo pacto con la soberanía
de Dios?
26. ¿Cómo se relaciona el nuevo pacto con la futura
salvación de Israel?
fuente: http://www.centraldesermones.com
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