¿Por qué no impide Dios el
sufrir que hoy existe en el mundo? Esta pregunta ha sido hecha en tiempos de
guerra, cuando las ciudades son destruidas y cuando jóvenes, viejos, niños,
justos, injustos, creyentes e in-crédulos perecen a causa de la inhumanidad del
hombre para con el hombre. Ha sido hecha por quienes han experimentado o han
observado mucho sufrimiento a causa de las enfermedades. ¿Por qué permite Dios
que un inocente niño enferme y muera? ¿Por qué permite que el injusto prospere
en tanto que aquellos que le sirven experimentan dificultades?
Muchos han muerto o han sido
lastimados a causa de los desequilibrios de la naturaleza, tales como
ci-clones, huracanes y terremotos. ¿No puede hacer Dios algo para impedir estos
desastres? Cuando leemos que cientos de personas mueren en accidentes automovilísticos
en un fin de semana, surge la pregunta: “¿No tiene Dios compasión?” Hay
innumerables situaciones en que el hombre, creado a la imagen de Dios, experimenta
sufrimientos y finalmente muere.
Y como es bien sabido, esta
situación no es solamente una para esta generación, ni está limitada a una sola
parte de la tierra; es universal. Hasta donde es posible inquirir en la
historia, el hombre ha sufrido y ha muerto en guerras y a causa de
pestes, hambre, y calamidades. Todos, generación tras generación, han
caído víctimas del gran enemigo, la Muerte. Abel, un hijo de Adan cuyo
sacrificio agradó a Dios, fue la primera víctima, pereciendo a manos de su
hermano Caín. Hoy día, más de cien mil personan mueren cada veinticuatro horas.
Nuestros hospitales e instituciones mentales están llenos de personas que
sufren y mueren. No es de extrañar que muchos pregunten dónde está Dios y por
qué no hace él algo para aminorar la angustia y los sufrimientos de sus
criaturas humanas.
Job Buscó la Respuesta
La pregunta de ¿por qué
permite Dios el mal? no es nueva; ha sido hecha por muchos a través de las
edades. Hace miles de años un fiel siervo de Dios, nombrado Job, se sintió
perturbado y quiso averiguar la causa de sus propios sufrimientos. El registro
de este incidente se encuentra en el libro de la Biblia que lleva el nombre de
Job. El primer versículo de este libro nos informa que Job era un hombre justo,
temeroso de Dios y apartado del mal.
Job gozaba de prosperidad, habiendo
sido abundantemente bendecido por Jehová en cosas materiales. Según el
registro: “Su hacienda era siete mil ovejas y tres mil camellos, y quinientas
asnas, y muy numerosa servidumbre; de manera que aquel hombre era más grande
que todos los hijos de Oriente.” (Capítulo 1, versículo 3) También Job fue
bendecido con una crecida familia, y él deseaba que los miembros de ella fueran
también bendecidos por Dios. Job oraba por su familia y ofrecía sacrificios,
por cuanto decía Job: “Quizá hayan pecado mis hijos, y renegado de Dios en sus
corazones.” (vrs. 4,5) Según Job pensaba, en caso de que sus hijos hubieran
pecado sus oraciones por ellos serían escuchadas y recibirían favorable
respuesta.
Sin embargo, a Job le
esperaban duras experiencias para las cuales no se hallaba preparado. Satanás,
el gran adversario de Dios y de los hombres, pretendía que este siervo de Dios
le era leal debido a la abundancia de buenas cosas con las que había sido
bendecido. En respuesta a tal acusación Dios permitió a Satanás que, para poner
a prueba la fidelidad de Job, trajera sobre éste varias calamidades. Dios no
dudaba de la fidelidad de Job, y bien sabía que el resultado de la prueba y de
los sufrimientos que por algún tiempo permitiría sobre Job le resultaría en
grandes bendiciones.
Y Job experimentó bastantes
sufrimientos. Según el registro: “Aconteció pues un día en que sus hijos y sus
hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano mayor, que vino un
mensajero a Job y le dijo: ¡Los bueyes estaban arando, y las asnas paciendo
junto a ellos, cuando acometieron los Sabeos, y se los llevaron, y a los mozos
los hirieron a filo de espada; y he escapado yo, yo solo, para traerte las
nuevas! Todavía estaba éste hablando, cuando entró otro, que dijo: ¡Un fuego de
Dios ha caído del cielo, el cual ha consumido las ovejas y los mozos, y
los ha devorado; y he escapado yo, yo solo, para traerte las nuevas!
Todavía estaba éste hablando cuando entró otro, que dijo: ¡Los Caldeos se
dividieron en tres cuadrillas, y cayeron sobre los camellos, y se los han
llevado, e hirieron a los mozos a filo de espada; y he escapado yo, yo solo,
para traerte las nuevas! Todavía estaba éste hablando, cuando entró otro, que
dijo: ¡Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su
hermano mayor, cuando he aquí que vino un gran viento de más allá del desierto,
e hirió las cuatro esquinas de la casa, de modo que cayó sobre los jóvenes, los
cuales han muerto; y he escapado yo, yo solo, para traerte las nuevas!”—Job
1:13-19
Job Permaneció Fiel
La reacción de Job a todo
estos males fue: “Se levantó, y rasgó su manto, y rapóse la
cabeza, y cayó en tierra, y adoró; y dijo: ¡Desnudo salí de las entrañas
de mi madre, y desnudo volveré allá! ¡Jehová ha dado, y Jehová ha quitado; sea
el nombre de Jehová bendito!” Y leemos que “en todo esto no pecó Job, ni
profirió palabras insensatas contra Dios.” (vrs. 20-22) Luego Dios permitió que
más calamidades sobrevinieran a Job. Perdió su salud. Satanás hirió a Job con
“una úlcera maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. Y
tomó Job un tiesto de olla para raerse con él, sentado en medio de ceniza.”
Luego, hasta su misma esposa se volvió en contra de él y le dijo: “¿Toda-vía
mantienes tu integridad? ¡Reniega de Dios y muere!” A esto Job replicó: “Como
suele hablar cualquiera de las insensatas, has hablado tú. ¿Qué? ¿Aceptaremos
el bien de parte de Dios, y el mal no lo hemos de aceptar?”—Cap. 2:9,10
Job no se apartó de Dios
cuando le sobrevino la calamidad; no procedió como lo han hecho miles de personas
a través de las edades. Su principal afán, como se deja ver en su libro, fue el
de averiguar por qué Dios había permitido que él fuera afligido con
experiencias tan amargas. Después de que Job enfermó, tres de sus amigos le
visitaron con el fin de consolarle. En la parte final del libro de Job se nos
informa que estos tres tal llamados amigos no hablaron la verdad concerniente a
Dios, y que los puntos de vista que expresaron a Job eran incorrectos. —Job
42:7
Mucho se discurrió entre Job y
sus tres amigos, pero lo que éstos le dijeron se puede sumar en que según ellos
Job sufría por haber cometido serios pecados que él les ocultaba y de los
cuales no se había arrepentido ni pedido a Dios perdón. Job por supuesto sabía
que él era imperfecto, pero también se daba cuenta de que no había transgredido
voluntariamente las leyes divinas y por lo tanto no estaba dispuesto a aceptar
las conclusiones de sus amigos.
Los Malos También Sufren
Job no ignoraba que aun cuando
era un siervo de Dios le tocaba sufrir en tanto que frecuentemente los
malhechores prosperaban y escapaban de los males que a otros sobrevenían. Por
eso respondió a sus consoladores: “¿Por qué siguen viviendo los inicuos, llegan
a edad provecta, y se hacen poderosos en riquezas? Su descendencia permanece
estable con ellos, en su misma presencia, y sus vástagos delante de sus ojos.
Sus casas están en paz, exentas de temor; pues no cae la vara de Dios sobre
ellos. Sus toros engendran, y no engañan sus esperanzas; sus vacas paren, y no
malogran las crías. Envían, como manada de ovejas, sus chiquillos, y sus hijos
andan saltando de contento. Cantan al son del pandero y del arpa, y se
regocijan al sonido de la flauta. Gastan en placeres sus días, y en un momento
bajan al sepulcro [sin sufrir prolongadas y dolorosas enfermedades].”—Job
21:7-13
En tanto que Job sabía que la
explicación ofrecida por sus amigos no era la verdadera, con todo no entendía
por qué Dios permitía que él sufriera tan severamente. En hermosa y poética
frase él describe su búsqueda de entendimiento de Dios a la luz de sus propias
experiencias. Dijo: “Mas he aquí que hacia adelante voy, y no está allí;
también hacia atrás, mas no le puedo percibir; a la izquierda, donde manifiesta
su poder, pero no le discierno; se emboza a mi derecha, de modo que no le pueda
ver. Empero él conoce el camino por donde voy; cuando me haya probado, saldré
como el oro.”—Job 23:8-10
Job comprendía que era
severamente probado con-forme a un propósito divino, pero aún no había descubierto
la razón. Se daba cuenta también de que si mantenía su integridad hacia Dios,
pasaría triunfante la prueba, y sería “refinado.” Su esposa quería que Job
maldijera a Dios, más él se daba cuenta de que sería una insensatez. En todas
las edades han habido quienes profesan ser creyentes pero que cuando les ha
llegado la aflicción buscan saber en dónde se encuentra Dios y lo que él hace
por proteger sus intereses. Muchos han llegado hasta apartarse de Dios.
La Respuesta de Dios
Empezando con el capítulo 38
de este admirable libro encontramos la respuesta de Dios a lo que Job deseaba
saber. La respuesta se encuentra en forma de preguntas. Tales preguntas tenían
por objeto el recordar a Job que en realidad él muy poco sabía con respecto a
Dios y que debido a lo limitado de su conocimiento sobre el particular no
debería sorprenderse por no comprender plenamente el motivo por el cual Dios
permitía que sufriera.
Este es un punto muy
importante que debemos recordar. Cuando preguntamos a Dios por qué él no hace
algo para aliviar las dolencias humanas ¿acaso no damos a entender que si Dios
tuviera nuestra inteligencia algo haría? Y si no vemos nuestros deseos
cumplidos ¿no llegaremos hasta dudar de la existencia de Dios? De encontrarnos
culpables de semejantes razonamientos haríamos bien en considerar las preguntas
que Dios hizo a Job.
Hay cuatro capítulos con
preguntas. Todas ellas tienen que ver con las maravillas de la creación. Dios
pregunta a Job si se encontraba presente cuando él echó los cimientos de la
tierra, y si entendía las leyes que gobiernan las olas del mar. Le pregunta si
sabe algo con respecto a los instintos y hábitos de los varios cuadrúpedos y
aves y de los grandes monstruos marinos. Por último pregunta a Job si él puede
explicar la sabiduría y poder que están representados en todas estas maravillas
de la creación.
Conforme prosiguen las
preguntas, Job interrumpe y dice: “¡He aquí que yo soy vil! ¿Qué podré
responderte? ¡Pongo mi mano sobre mi boca! Una vez he hablado, mas no
responderé; y dos veces, pero no añadiré más palabra.” (Job 40:4,5) Conforme al
Profesor Strong, en la expresión de Job, “He aquí yo soy vil,” la palabra “vil”
literalmente significa rápido, insignificante y áspero. Según parece, Job
reconocía que había hablado muy apresuradamente, que su punto de vista era limitado,
y que se había expresado ásperamente.
Una Importante Lección Para Todos
Job había empezado a
comprender su debida posición ante su Dios; que no le tocaba juzgarlo conforme
a su limitado entendimiento ni expresarse muy libremente cuando ni siquiera
entendía de qué se trataba. En esto hay una lección para todos nosotros. Es un
indisputable hecho que el mundo está lleno de mal y no debemos por eso perder
la fe en Dios, ni criticarle. Nuestra debida actitud debiera ser una de humildad,
un ardiente deseo de buscar respuestas para nuestras preguntas pero en la única
apropiada fuente, la Palabra de Dios.
Jehová continuó haciendo
preguntas a Job, hasta que Job habló nuevamente y dijo: “Yo sé que tú lo puedes
todo, y que no puede estorbarse ningún propósito tuyo. Con razón dices: ¿Quién
es éste que oscurece mi consejo sin cordura? pues he hablado sin inteligencia,
tratando de cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no entendía. Oye, te
ruego, y hablaré; yo más bien preguntaré, y tú me harás saber. De oídas, había
yo sabido de ti; mas ahora te ven mis ojos.”—cap. 42:2-5
Finalmente Job se dio cuenta
del propósito de su severa prueba. Se apercibió de que tenía por benéfico fin
darle un más claro entendimiento de Dios para que pudiera servirle más
fielmente y con mayor apreciación. Job habla de este más claro entender como
“viendo” a Dios en cambio de solamente haber oído hablar de él. Por cuanto
obtuvo tan valioso entendimiento por medio de su breve período de prueba, pudo
apreciar sus sufrimientos como una muy valiosa experiencia.
Según leemos, a Job le fue
restaurada su salud y “Jehová bendijo el postrer estado de Job más que el
primero; de modo que tuvo catorce mil ovejas, y seis mil camellos, y mil yuntas
de bueyes, y mil asnas. Tuvo también siete hijos y tres hijas…. Y no se
hallaron otras mujeres en toda aquella tierra tan hermosas como las hijas de
Job; y les dio su padre herencia entre sus hermanos.”—cap. 42:12-15
Una Ilustración
El designio de Dios en
permitir de una manera general el mal a través de las edades, ha sido y es el
mismo que en el caso de Job. Dios hizo una perfecta criatura humana, a su
propia imagen y semejanza. El ser a la imagen de Dios significa el poseer la
capacidad de razonar. Una de las preguntas que Dios hizo a Job fue: “¿Quién
puso la sabiduría en lo íntimo? o ¿quién ha dado inteligencia a la mente?” (Job
38:36) Dios fue quien dotó a Adan con la capacidad de, por medio del uso de su
raciocinio, alcanzar conocimiento y sabiduría. Esto es diferente a lo que
llamamos instinto, cualidad con la que han sido dotados los animales
inferiores.
Sin embargo, Dios no implantó
milagrosamente el conocimiento en el cerebro de Adán con la intención de que
éste arbitrariamente se gobernara. No fue la voluntad de Dios que el hombre
funcionara automáticamente, al estilo de “robot,” sin entendimiento de sus
acciones. Se le dio la habilidad de adquirir conocimiento y se le dio la
libertad de gobernarse a sí mismo por medio de ese conocimiento obtenido. Su
eterno destino finalmente sería determinado por el uso que hiciere de tal
conocimiento.
El hombre adquiere
conocimiento haciendo uso de sus cinco sentidos. Aprende al observar,
ejerciendo su sentido de vista. Aprende por medio de lo que oye, siendo el oído
la “antena” con la que colecciona información. El hombre siente dolor cuando
entra en con-tacto con agua hirviendo, y por medio de la experiencia aprende a
graduar la temperatura del agua que usa interna y externamente. El hombre
percibe la fragancia de una rosa y se deleita en ella, pero disgustado se
aparte cuando le llegan olores desagradables. Con gusto participa el hombre de
alimentos sabrosos, pero evita el comer cosas de mal sabor aun en los casos de
que aparecen apetecibles a la vista.
De modo que con el ejercicio
de sus cinco sentidos el hombre adquiere conocimiento con la información que
recibe y por medio de la experiencia. Conforme al diccionario, el hombre
también adquiere conocimiento por medio de la intuición, pero tal aserción no
es verdadera por cuanto la tal llamada intuición del hombre resulta de
información ya adquirida. Solamente Dios posee la habilidad de adquirir y
desarrollar conocimiento de una manera por completo independiente de toda
fuente externa. El conocimiento adquirido por el hombre conforme a su
pretendida habilidad intuitiva es de poca importancia y sin verdadero valor.
Para que el hombre continuara
como fiel hijo de Dios le era preciso recibir conocimiento del bien y del mal y
así estar en condiciones de escoger inteligentemente entre uno y otro. Dios
quiere que quienes le adoren lo hagan “en espíritu y en verdad,” como lo dijo
Jesús. (Juan 4:23,24) Dios no quiere ciega adoración. La fidelidad hacia él
debe basarse en entendimiento y apreciación. Uno de los mayores objetivos del
permiso del mal conforme al gran plan divino para salvar al hombre de pecado y
de la muerte es el lograr este fin.
La Información No Es Suficiente
Como principios, el bien y el
mal están establecidos por la ley divina. Hoy día el mundo se halla lleno de
crimen y se encuentra en condición caótica sufriendo a causa de que las leyes
de Dios—sus normas de bien y mal—son pasadas por alto y hasta negadas. Aun
cuando el hombre fue dotado de conciencia, en sí misma ella no es capaz de
discernir entre lo bueno y lo malo a menos de que se le suministre la debida
información procedente de una fuente con autoridad, la cual para nosotros es la
Palabra de Dios, la Biblia.
Puesto que Dios sabía que Adán
poseía la habilidad para entender los hechos que le eran comunicados, lo
sometió a una prueba de obediencia, indicándole la ley sobre el particular. El
Creador había provisto para nuestros primeros padres un hermoso hogar “a la
parte del Oriente” del Edén, en el cual se encontraba “toda suerte de árboles
gratos a la vista y buenos para comer.” (Gén. 2:8-17) Allí se encontraba el
árbol de la vida, y otro designado como “el árbol del conocimiento del bien y
del mal.” Jehová ordenó a Adán que no participara de este árbol y le informó
que la pena si desobedecía sería la muerte—“en el día que comieres de él, de
seguro morirás.” El Creador tenía el derecho de exigir obediencia de parte de
su criatura humana y de imponer la sentencia de muerte en caso de que desobedeciera.
La exigencia de obedecer era
la ley divina, y puesto que Dios informó a Adán que la muerte sería la pena por
la desobediencia, podemos inferir que Adán sabía qué resultaría de una transgresión.
Cierto es que Adán no pudo mirar a través de las edades y visualizar todos los
sufrimientos y la muerte que el pecado y el egoísmo humano—que en él
principiaron—traerían sobre la entera raza humana. Sin embargo, él sabía que su
des-obediencia le acarrearía la muerte.
Necesidad de la Experiencia
Pero esta información no fue
suficiente para impedir que tomara un mal camino. Carecía del entendimiento de
lo que resultaría de su desobediencia por cuanto su conocimiento no estaba
fundado en la experiencia sino simplemente en lo que se le había informado.
Indudablemente que Adán amaba a su Creador pero con todo razonó equivocadamente
que como Eva había transgredido y por lo tanto debía morir, era preferible
morir con ella que vivir sin ella. Por cuanto carecía de la necesaria fortaleza
de espíritu, obtenible por medio de la experiencia, Adán transgredió la ley
divina y al des-obedecer se lanzó en la senda de la muerte.
Conocimiento del Bien y del Mal
Sin embargo, en el plan de
Dios, la desobediencia voluntaria de Adán era la manera para finalmente conducirlo
a adquirir un pleno conocimiento de Dios y de sus normas de bien y mal. El
árbol cuyo fruto le fue prohibido era “el árbol del conocimiento del bien y del
mal.” Por consiguiente, al participar del fruto de ese árbol tendría que
obtener el conocimiento implicado por su nombre, aun cuando en el proceso le
tocaría sufrir y morir.
Después de que Adán y Eva
participaron del fruto prohibido, Jehová dijo concerniente a ellos: “He aquí
que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, conociendo el bien y el
mal.” (Gén. 3:22) Esto no significa que el fruto prohibido tuvo un efecto
mágico sobre nuestros primeros padres, capacitándolos a in-mediatamente
adquirir el conocimiento del bien y del mal. Leemos que poco después de esa
desobediencia se sintieron avergonzados de su desnudez, siendo esto,
indudablemente, un parcial efecto de darse cuenta de su culpabilidad a causa de
haber desobedecido el manda-miento del Creador.
Nuestro pensar es que lo dicho
por Jehová significa que a partir de ese momento el destino del hombre era el
de conocer tanto el bien como el mal, y que obtendría ese conocimiento por
medio de la experiencia. De esa manera pronto empezó la educación de nuestros
primeros padres. Fueron arrojados del Edén a una aun no terminada parte de la
tierra para morir allí. Les tocaría ahora enfrentarse a toda suerte de
desfavorables elementos denominados “espinas” y “abrojos” que produciría la
tierra y en contra de los cuales tendrían que luchar hasta la muerte, cuando
volverían al polvo de donde habían sido tomados.
El designio divino en la
creación de nuestros primeros padres fue hacerlos progenitores de una raza, y
que los hijos de Adán, para llegar a conocerle en verdad y para lograr apreciar
sus verdaderas normas ‘del bien y del mal, tendrían que aprender por
experiencia los terribles resultados de la desobediencia, y más tarde, por
medio del contraste, las bendiciones que serían derramadas sobre ellos como
resultado del amor de Dios. Por eso el Creador dispuso que toda la progenie de Adán
fuera juntamente conducida a la muerte. Pablo escribió: “De la manera que por
medio de un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por medio del pecado la
muerte, así la muerte pasó por todos los hombres, por cuanto todos
pecaron.”—Rom. 5:12
La Muerte Afecta a Todos
Por más de seis mil años la
raza humana, bajo la condena de muerte a causa del pecado, ha estado en
contacto con el mal y ha aprendido por experiencia los terribles resultados de
la desobediencia. Los efectos de la muerte se han hecho sentir en la raza humana;
jóvenes, viejos, todos han sido plagados de dolencia físicas y mentales. Ni
jóvenes ni viejos han escapado de la muerte y frecuentemente niños de tierna
edad han sido segados por este enemigo del hombre, aun cuando no se han dado
cuenta de lo que ocurría a su derredor. Algunos cuantos han llegado a una
avanzada edad, pero finalmente han sido arrebatados por la muerte.
Más no son las enfermedades el
único medio de llegar a las puertas de la muerte. Las catástrofes resultantes
de una tierra no acabada contribuyen con buen número de víctimas, como también
hacen su parte la multitud de accidentes, y la crueldad del hombre para con el
hombre, manifestada en crímenes y guerras.
A través de las edades Dios no
se ha interpuesto al gran enemigo, la Muerte. Pablo nos informa que la mayor
parte de la gente, a causa de no querer tener a Dios en su conocimiento, ha
sido entregada a “un ánimo réprobo.” (Rom. 1:28) Esto significa que Dios no ha
restringido a la raza humana para que siga su propio curso egoísta y
pecaminoso. Tampoco ha impedido la ejecución de la sentencia de muerte, en
cuanto a librar a algunos de ella.
Sin embargo, el gran designio
de Dios no termina con ver a la raza humana en garras de la muerte por cuanto
él ha hecho provisión, por medio del Redentor Cristo Jesús, para librarla de la
muerte y restaurarla a una condición de vida perfecta en la tierra. Pablo dice:
“Pues siendo así que por medio del hombre vino la muerte, por medio del hombre
también viene la resurrección de entre los muertos. Porque como en Adán todos
mueren, así también en Cristo todos serán vivificados.” (1 Cor. 15:21,22) Esta
provisión de vida por medio de Cristo se basa en la muerte y resurrección de
Jesús. Él dijo, “el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.” (Juan
6:51) Por esta razón Jesús vino al mundo como ser humano. —Heb. 2:9,14
Al describir la manera por la
cual Jesús llegó a ser el Redentor del mundo por medio de su muerte, la Biblia
emplea la palabra “rescate,” la cual conforme a la pa-labra griega de la cual
es traducida significa un “precio correspondiente.” Jesús fue un hombre
perfecto, como Adán fue hombre perfecto antes de pecar. En la muerte, Jesús fue
un precio correspondiente por la vida que Adán perdió. Y como toda la raza
humana perdió la vida a causa de la desobediencia de Adán, es redimida por
medio de la muerte de Cristo.
Justos e Injustos
Todo esto significa que al
debido tiempo de Dios todos serán despertados del sueño de la muerte. Pablo nos
informa que “ha de haber resurrección así de justos como de injustos.” (Hech.
24:15) A través de las edades, a pesar de que el pecado y el egoísmo han
predominado, ha habido hombres y mujeres nobles que a causa de su fe y
obediencia a las justas leyes de Dios han merecido el título de “justos,” como
los denomina Pablo. A éstos también se les ha permitido sufrir, como en el caso
de Job—no como castigo, sino para probarlos y prepararlos para un exaltado
puesto conforme a lo que el Creador ha dispuesto para ellos en un tiempo
futuro.
También han existido a través
de las edades millones de personas nobles, exentas de egoísmo, que no han
expresado fe en Dios, probablemente por haber observado que el inocente sufre
lo mismo que el culpable. Estos no han logrado entender por qué se permite que
un niño muera. No han podido entender la razón de que un poderoso y amoroso
Dios permita que muchos, sin culpa propia, hayan estado por años postrados a
causa de enfermedades, y otros se hayan visto afligidos por ceguera, locura y
crueles enfermedades. Si estos incrédulos se hubieran enterado del plan de Dios
in-dudablemente hubieran entendido el porqué de todo esto.
Además, a través de las
edades, el verdadero Dios de la Biblia ha sido representado en falsos colores.
Muchos de los profesos creyentes del cristianismo, que se quejan de los
sufrimientos que ven a su derredor, se esfuerzan por creer que los que mueren
sin fe serán torturados eternamente en un infierno de llamas y azufre. Esta
blasfema enseñanza ha contribuido a producir muchos incrédulos por cuanto una
mente que funciona debidamente no puede admitir la idea de que un Dios de amor
pudiera torturar a sus criaturas. Semejante crueldad hasta es en contra de las
leyes de las naciones civilizadas.
Primera Lección, y Segunda
Es un hecho que muy pocos en
las edades pasadas han recibido provecho por medio de las experiencias tenidas
con el mal; en realidad, como ya lo hicimos presente, muchos a causa de ellas
se han vuelto in-crédulos. No es difícil entender tal resultado, y si fuéramos
a fundar nuestras conclusiones en las limitadas habilidades humanas y su
restringido punto de vista no habría satisfactoria respuesta en lo que respecta
a por qué permite Dios el mal. Conforme al limitado punto de vista de la
mayoría, la muerte es el final de la existencia; otros opinan que es el final
de toda oportunidad para aprender más y para aprovechar las experiencias
anteriores. Estos puntos de vista no están apoyados por el testimonio de la
Biblia.
Como hemos visto, conforme a
la Biblia los que duermen el sueño de la muerte serán despertados de él y se
les dará una oportunidad para sacar provecho de las experiencias de la vida
presente. Lo mismo sucede frecuentemente ahora pues las dificultades y
angustias de un día con frecuencia son de mayor valor más tarde. Así será, pero
en una mayor escala cuando los que ahora duermen el sueño de la muerte sean
despertados y en-tren, pudiéramos decir, a un grado más avanzado en la escuela
de la vida.
En el caso de Job, aun cuando
él no pudo entender por qué Dios le permitía sufrir, cuando sus experiencias
dolorosas cesaron él pudo decir: “De oídas había yo sabido de ti; mas ahora te
ven mis ojos.” Lo mismo ocurrirá con la humanidad en general. Cuando las experiencias
de sufrimiento y muerte hayan terminado y sean despertados de la muerte, su
corta visión en cuanto a entender a Dios será corregida y se regocijarán al
saber lo relacionado con las misericordiosa provisión que el Creador ha hecho
en su beneficio por medio de Cristo el Redentor quien los rescata de la muerte
y los ha de restaurar a la perfección de vida, cuando llegue el debido tiempo,
si a la luz del verdadero conocimiento de Dios le obedecen y amoldan sus vidas
en conformidad con las normas del bien y del mal que él ha establecido.
Alegría en la Mañana
El salmista escribió: “Una
noche podrá durar el lloro, más a la mañana vendrá la alegría.” (Sal. 30:5)
Esta “noche” de pecado, dolor y muerte empezó con la desobediencia de nuestros
primeros padres. En realidad ha sido una noche de llanto. El dolor que ha
doblegado a la raza humana ha sido amargo y muchos en medio de sus angustias
dudan de la misericordia divina.
¡Empero, habrá una mañana de
gozo para la raza humana! Esa mañana de gozo será introducida cuando lo que las
Escrituras llaman “el Sol de Justicia” se levante, “trayendo salud eterna en
sus alas.” (Mal. 4:2) Jesús es el glorioso “Sol de Justicia” predicho por los
profetas de Dios desde el principio del mundo. —Hech. 3:19-21
Como gobernantes en su reino,
asociados con Jesús, se hallarán sus fieles seguidores—los que han sufrido y
muerto con él. Jesús murió, el justo por los injustos, y sus seguidores
voluntariamente sufren y mueren in-justamente con él, más al debido tiempo serán
exaltados a la más elevada existencia espiritual para estar asocia-dos con él
en su reino. Jesús dijo a sus discípulos: “Voy a prepararos el lugar. Y si yo
fuere y os preparare el lugar, vendré otra vez, y os recibiré conmigo; para que
donde yo esté vosotros también estéis.” (Juan 14:2,3) Las Escrituras también
declaran que éstos vivirán y reinarán con Cristo mil años, siendo traídos a la
vida en “la resurrección primera.”—Apoc. 20:6
Cristo y sus seguidores, un
“pequeño rebaño,” serán los gobernantes invisibles del mundo durante los mil
años de su reino. (Luc. 12:32) Serán representados en la tierra por otro grupo
de fieles servidores de Dios, cada uno de ellos, en tiempos anteriores a la
venida de Cristo habiéndose probado fieles a Dios bajo pruebas de adversidad.
Estos serán “príncipes en toda la tierra” (Sal. 45:16) Este grupo consistirá de
los antiguos y dignos siervos de Dios de tiempos pasados empezando con el justo
Abel. Incluirá figuras prominentes tales como Abraham, Moisés, David, Elías,
Daniel, y a todos los santos profetas de Dios.
Estos “príncipes en toda la
tierra” serán despertados de la tumba con perfección humana y por mil años
serán los visibles representantes en la tierra del divino Cristo. Será un
maravilloso y eficaz gobierno. Implantará la paz eterna y universal que el
hombre, a causa de su egoísmo, no ha logrado establecer. El divino jefe o
cabeza de ese gobierno, Cristo, es proféticamente aludido como “el Príncipe de
Paz,” y se nos dice que “del aumento de su dominio y de su paz no habrá
fin.”—Isa. 9: 6,7
La “Casa” de Jehová
En Miqueas 4:1-4 el reino de
Cristo es aludido como la “casa” o familia gobernante de Dios, consistente de
Jesús y de quienes a causa de su fidelidad en seguir en sus huellas son
exaltados a la gloria celestial como hijos de Dios. La profecía dice:
“Más sucederá que en los
postreros días el monte de la Casa de Jehová será establecido como cabeza de
los demás montes, y será ensalzado sobre los collados; ¡y como ríos fluirán a
él los pueblos! Pues caminarán muchas naciones diciendo: ¡Venid, y subamos a la
Casa del Dios de Jacob! y él nos enseñará en cuanto a sus caminos, y nosotros
andaremos en sus senderos; porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la
palabra de Jehová. Y juzgará entre muchos pueblos, y reprenderá a fuertes
naciones, hasta en tierras lejanas; y ellas forjarán sus espadas en rejas de
arado y sus lanzas en hoces; no levantará espada nación contra nación, ni
aprenderán más la guerra. Y se sentarán cada cual debajo de su parra, y
debajo de su higuera; y no habrá quien los espante; porque la boca de
Jehová de los Ejércitos lo ha dicho.”
La antigua nación de Israel a
la cual esta profecía fue primeramente dirigida, era gobernada desde un monte,
el Monte Sión, en Jerusalén. Por eso Jehová se refiere a tal hecho al dar la
profecía del reino del Mesías y las promesas de bendición que éste traerá para
todos. “El monte” de Jehová es el Reino de Dios, que en esta profecía es
simbólicamente representado por Sión.
Nótese que bajo el gobierno de
ese reino la gente se enterará de la manera que Dios quiere que proceda. El
entero período del Reino de Cristo será uno de continuo aprendizaje. Según esta
profecía, uno de los resultados de este período de educación será que la gente
no aprenderá más la guerra. En ese entonces el mensaje de paz en la tierra que
entonaron los ángeles se convertirá en realidad. El Príncipe de Paz reinará
supremo. —Luc. 2:13,14
Bajo la Parra y la Higüera
Además habrá seguridad
económica. Esto se simboliza en la profecía que dice que cada cual estará bajo
su parra y bajo su higüera. Muchos de los sufrimientos en el mundo durante los
siglos pasados se han debido a la carencia de alimento, vestido y asilo. Aun en
este día la mayoría de la raza humana existe sin el suficiente alimento, y hay
millones de personas que cuentan con muy poca ropa que ponerse y sin techo
sobre su cabeza. Todo esto será corregido durante el Reino de Cristo.
Mas no serán la paz y la
seguridad las únicas bendiciones que la gente recibirá bajo el gobierno de
Jehová por medio de Cristo. Isaías escribió sobre el particular: “Y en este
monte hará Jehová de los Ejércitos, para todas las naciones, un banquete de
manjares pingües, banquete de vinos sobre las heces; de manjares pingües de
mucho meollo, de vinos sobre las heces, bien re-finados. Y destruirá en este
monte la cobertura de las caras, la que cubre todos los pueblos, y el velo que
está tendido sobre todas las naciones. ¡Tragado ha a la muerte para siempre; y
Jehová el Señor enjugará las lágrimas de sobre todas las caras, y quitará el
oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra! porque Jehová así lo ha dicho. Y
se dirá en aquel día: ¡He aquí éste es nuestro Dios; le hemos esperado, y él
nos salvará!.. . Estaremos alegres y nos regocijaremos en su salvación.”—Isa.
25:6-9
Además de la “fiesta de cosas
ricas” que esta profecía nos promete será extendida ante todas las naciones
bajo el reino de Dios, se nos informa que “el velo” y “la cobertura” que ahora
cubren a la gente serán removidos. Esto claramente se refiere a los impedimentos
que hoy tiene la gente para conocer a Dios como realmente él es. Otra profecía
nos dice que “entonces serán abiertos los ojos de los ciegos.” Usa. 35:5) Los
que son ciegos física-mente recibirán nuevamente su vista, y los ciegos espiritualmente
adquirirán la verdadera perspectiva en cuanto a Dios y su glorioso carácter.
El Mal Será Destruido
Con respecto a este mismo
tiempo del Reino de Cristo leemos: “No dañarán ni destruirán en todo mi santo
monte; porque estará la tierra llena del conocimiento de Jehová como las aguas
cubren el mar.” (Isa. 11:9) En ese entonces no habrá más sufrimiento ni muerte
como resultado de la transgresión de Adán. Será el tiempo en que los hijos de Adán
recibirán vida por medio de Cristo. No se permitirán más calamidades destructoras
de vida. Las pacíficas y prósperas condiciones que hoy día todos apetecen,
existirán entonces por sobre toda la tierra por cuanto “el conocimiento de
Jehová” llenará toda la tierra “como las aguas cubren el mar.”
Jehová nos asegura que
entonces la muerte será tragada para siempre y que él limpiará toda lágrima de
sobre todos los rostros. ¡Cuán preciosas promesas son éstas! Pablo escribió que
Cristo reinará hasta que haya sujetado a todos sus enemigos bajo sus pies, y
que “¡El postrer enemigo, la muerte, ha de ser destruido!” (1 Cor. 15:25,26) El
resultado de todo esto se describe en Apocalipsis 21:4 en las palabras: “Y
limpiará (Dios) todas lágrima de sus ojos; y la muerte no será más; ni habrá
más gemido, ni clamor, ni dolor, ¡porque las cosas de antes han pasado ya!”
La Primera Experiencia con el Bien
Será durante el reino de
Cristo que Adán y sus hijos en general recibirán su primera y verdadera
experiencia con el “bien.” Entonces completarán su educación en cuanto a la
importancia de las normas de bien y mal establecidas por Dios. Aun cuando Adán era
perfecto cuando fue creado, carecía del suficiente conocimiento para impedir su
transgresión. Job mantuvo su integridad ante Dios bajo la prueba, pero también
necesitó la experiencia con el mal, y ser librado de él, para lograr “ver” a
Dios. De la misma manera Adán y su raza “verán” a Dios como resultado de sus
experiencias.
Y el Dios que entonces “verán”
será el que han anhelado conocer y servir. Reconocerán el valor de las
experiencias por las cuales han pasado. Y entendiendo el valor de ellas se
darán cuenta de que los pocos años de sufrimiento son nada en comparación con
la eternidad de gozo que ante ellos se abrirá conforme al amor divino. No es de
extrañar que exclamarán: “Este es nuestro Dios; le hemos esperado… estaremos
alegres y nos regocijaremos en su salvación.”
Cuando tocaron a su fin las
terribles experiencias de Job, le fue restaurada su salud y le fue devuelta su
familia. Esto en parte representa las grandes bendiciones que esperan a toda la
humanidad durante el reino de Cristo. Pedro habla de este período como “los’ tiempos
de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos
profetas que han habido desde la antigüedad.”—Hech. 3:19-21
La declaración de Pedro
concerniente a la restauración de salud y vida a la raza humana fue basada en
el milagro que acababa de ejecutar curando a un hombre cojo de nacimiento. En
“los tiempos de la restauración” los cojos saltarán como el ciervo y toda
enfermedad será curada por el “Sol de Justicia” que se levantará “trayendo
salud eterna en sus alas.”—Isa. 35:6; Mal. 4:2
Según hemos visto, esta amante
provisión de Dios para la raza humana incluye a los que duermen el sueño de la
muerte. En esto encontramos la clave para entender el por qué ha permitido Dios
el mal. El punto de vista de Dios con respecto a las experiencias humanas no se
limita al presente corto tiempo de vida del hombre. Tiene que ver con una
lección en experiencia con el mal, que, al tiempo de la resurrección, podrá ser
comparada con el “bien” que entonces todos experimentarán en ese “banquete de
manjares pingües” que Jehová extenderá a todos.
Tiempo de Aprendizaje
Este futuro tiempo de
bendición también es descrito en la Biblia como uno de juicio o prueba. Isaías
escribió que cuando los juicios de Dios están sobre la tierra, “los habitantes
del mundo aprenderán justicia.” (Isa. 26:9) Toda injusticia del tiempo presente
será ajustada. Los que en la actualidad voluntariamente se oponen a Dios y a
sus leyes, e injustamente tratan a sus semejantes, recibirán entonces la
correspondiente disciplina para que corrijan su mal proceder. Todas las
presentes circunstancias relativas a todo individuo serán entonces tomadas en
cuenta, y todos bendecidos o castigados en conformidad.
Aun los que han muerto en la
infancia serán despertados de entre los muertos y recibirán la oportunidad de
gozar de las bendiciones de Dios. Para consuelo de las madres que han perdido a
sus hijos en la infancia, leemos: “Se oye una voz en Ramá, lamentación y llanto
amargo: es Raquel que llora a sus hijos, y rehusa ser consolada acerca de sus
hijos, porque ya no existen. Así dice Jehová: ¡Detén tu voz para que no siga en
los lamentos, y tus ojos, para que no lloren más; porque será premiado tu
trabajo, dice Jehová; pues ellos volverán de la tierra del enemigo; de modo que
hay esperanza para tu porvenir, dice Jehová; y volverán tus hijos a su tierra
propia.” (Jer. 31:15-17) Es decir, volverán a vivir en la tierra.
Con la experiencia adquirida
tanto con el mal como con el bien, cada cual podrá decidir inteligentemente si
desea o no escoger el bien y vivir eternamente o escoger el mal y ser
nuevamente sentenciado a muerte, a una muerte de la cual no habrá resurrección.
En ese entonces Cristo será el Rey supremo y también el supremo Juez. Pedro
también se refiere a Cristo llamándolo el gran “Profeta,” y nos informa que
acontecerá “toda alma que no obedeciere a aquel Profeta, será exterminada de
entre el pueblo.”—Hech. 3:22,23
Durante la presente noche de
pecado y muerte, todos mueren—tanto los creyentes como los incrédulos, los
inocentes y los culpables, los justos y los injustos. Pero durante el reino de
Cristo, solamente los voluntariamente desobedientes a las leyes de Dios serán
destruidos. Todos los demás continuarán viviendo y andarán hacia la perfección.
Si continúan fieles, como criaturas humanas perfectas entrarán a las futuras y
eternas edades de felicidad y vida “con canciones y regocijo eterno,” el dolor
y el gemido huirá de ellos, y “alegría y regocijo alcanzarán!”—Isa. 35:10
Fuente: dawnbible.com
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