sábado, 10 de agosto de 2013

Amor al Poder




Introducción:
Una de las propuestas del mundo es vivir conforme a la vanagloria de la vida. Ello
hace que los que no conocen a Dios, tengan como muy importantes a los que ejercen poder, a los que son honrados y reconocidos. El llegar a ocupar ciertos
cargos, el alcanzar prestigio en la sociedad, son considerados como “éxitos” por el
mundo.
Pero veremos que en el reino de Dios, las cosas son muy diferentes, y Dios quiere
tratar, con este enemigo del alma que es el amor al poder y que tanto daño hace entre
 los hijos de Dios.

La visión del mundo respecto al poder

1)   El hombre sin Cristo ama ejercer autoridad sobre sus semejantes
(Mateo 20: 25-26) “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así…”
Al hombre natural le gusta enseñorearse de su prójimo, poder mandarle y disponer de él, esto alimenta su orgullo, y le hace sentir poderoso. No reconoce que solo Cristo es el Señor, y que si tiene alguna autoridad, debe ejercerla con el temor de Dios, y para su gloria.
Esta actitud hace un terrible daño a la Iglesia, cuando ciertos ministros son mas valorados en desmedro de otros, cuando se quiere participar en aquello que es visto por los demás, cuando se quiere subir escalones dentro de la Iglesia, como si ésta fuera una empresa del mundo, en estos y otros casos, observamos la existencia del amor al poder.

2)   El hombre sin Cristo busca honores y reconocimientos
(Mateo 23: 5-7) “Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres.
Pues ensanchan sus filaterías, y extienden los flecos de sus mantos, y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las
salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí”.
Muchos aman el poder, como en el caso de los escribas y fariseos, que menciona este texto, para poder disfrutar de los honores, y reconocimientos que conlleva.

En este pasaje notamos algunas características del que ama el poder:

*Hace las cosas para ser visto, y reconocido por los hombres, no para Dios.

*Cuida su imagen para que todos piensen de él como “un grande”.
(En estos dos casos no hay sinceridad, en el primero no es sincero para con Dios, en su
servicio, en el segundo no es sincero con sus semejantes, vive de apariencias.)

*Ama ser reconocido públicamente, y acepta todo tipo de tributos, le roba la gloria a
Dios.

*Le gusta ostentar títulos y renombre social.

Todas estas características negativas, si hacen nido en el corazón de un cristiano, hace
un daño enorme a su vida espiritual, y a la obra de Dios en general.

3)   El hombre sin Cristo busca ostentar poder a través de las riquezas.
En este mundo corrupto el dinero otorga cierto poder y privilegios, que hace que muchos cristianos, no estén dispuestos a renunciar a él para servir solo a Cristo.
Tal es el caso del joven rico. (Mateo 19: 16-30)

¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? (Mateo 18:1)
Ya hemos visto la visión del mundo con respecto al poder, pero entre los cristianos,
¿quién es el que alcanza el verdadero reconocimiento?, ¿Quién es considerado por Dios, “mayor”, “primero” o “principal”? veamos:

1)   El cristiano que se humilla como un niño
 (Mateo 18:4) “así que cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en
el Reino”. Dios desea que nuestro corazón para con él permanezca como el de un niño: dependiente, inocente, dispuesto a ser corregido y guiado. El que es humilde ostenta como principal cualidad su conocimiento de sí mismo, sabe de sus limitaciones, e insuficiencias delante del Señor, por lo tanto, no desea ningún poder ni honores, porque no se considera digno, a menos que Dios, por su sola gracia lo levante.

2)   El cristiano que es servidor de todos
 (Mateo 20:26) “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor”
En el mundo el servidor es despreciado, pero en el camino de Dios, el que sirve es enaltecido. Dios no quiere que anhelemos ser “jefes” o “capataces” sino siervos, simples obreros del Señor. Aquel que está atento a las necesidades de su hermano, que procura servir en el anonimato, que hace todo tipo de tareas sin miramientos, ese es considerado grande en el Reino de Dios.

3)   El cristiano que renuncia a todo por el Señor
(Mateo 19:29) “cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces mas y heredará la vida eterna”

Dios exalta al hijo que no mira las cosas de este mundo: el poder, el “status”, los privilegios del dinero mal empleado, sino que renuncia a toda esta gloria vana para ser un servidor de sus hermanos.

La recompensa a los siervos fieles y castigo a los amantes del poder

Varios textos de la Palabra de Dios nos hacen referencia a esto:

*“porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será
enaltecido” (Lucas 14:11)

*“pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros” (Mateo 19:30)

*“pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues,
os asigno un Reino, como mi Padre me lo asignó a mí” (Lucas 22:28-29)

*“buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré” (Mateo 25:23)


El ejemplo de Jesús
(Mateo 20: 27-28) “y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro siervo, como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Lucas 22:27)

“porque, ¿cuál es el mayor,  el que se sienta a la mesa o el que sirve?
 ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve”

Jesús es nuestro supremo ejemplo, Aquel que se “hizo pobre, siendo rico”
Aquel que se “humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y
muerte de cruz. Por lo cual también Dios lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:8-9).

Así nosotros siguiendo sus pisadas, debemos dejar de lado toda ansia de poder y reconocimiento, y humillarnos y servir, sabiendo que a su tiempo, seremos recompensados por nuestro Señor.


Conclusión:
Para terminar esta importante lección nada mejor que leer y meditar juntos en la lección que el Señor nos dejó al lavar los pies de sus discípulos.
Leamos entonces Juan 13:1-15.

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Te saludan los Pastores Alejandro y Mariela González desde Uruguay